JUAN
Un niño estupendo, que nunca ha mentido, con el que nunca hemos tenido problemas, un niño bueno, noble, con valores,…
Un día, de pronto, Juan comienza a mentir, se muestra desafiante, se separa de nosotros, se aisla,… .
Un día, de repente, Juan muestra ansiedad por su pasado, sus orígenes, plantea mil y una preguntas sin respuesta.
Observamos nervios, inquietud, inseguridad, incapacidad para reconocer sus capacidades. Le hablamos y se queda en babia, no presta atención, no se concentra.
¡Bienvenida adolescencia!
Esa etapa repleta de cambios desde lo físico, hasta el razonamiento. Ese cuerpo que crece descompasado, en muchas ocasiones. Cuerpos de adultos con mentalidades inmaduras, aún.
El exterior nos confunde, somos adultos para unas cosas y niños, aún, para otras. Nos piden responsabilidades y no sentimos la seguridad de poder responder de manera adecuada.
Aparecen los miedos a no gustar, a no encajar, a equivocarnos.
Juan ha tenido una infancia difícil, se ha perdido muchas vivencias infantiles que ayudan a crecer, a madurar. Juan ha tenido que ser mayor antes de tiempo. Ha tenido que asumir responsabilidades que no le correspondían. Las circunstancias lo obligaron a adoptar un rol adulto para el que no estaba preparado. Y ahora, con la adolescencia vuelve a revivir esos sentimientos de miedo, ansiedad por dar la talla, por responder.
Su vivencia es el fracaso, de pequeño, no fue capaz de defender a su madre y a su hermano y fue retirado de su entorno más cercano. El sentimiento de abandono le ronda en su vida. Sus vivencias le han llevado al fracaso en las relaciones con los demás, sus habilidades sociales son escasas,…
Sin embargo, la adolescencia ha llegado, y esto es el aviso de la vida adulta. Juan se refugia en su mundo interior, por eso se queda en babia, a veces. Juan intenta volver a etapas anteriores de esa infancia frustrada y vemos en él conductas infantiles. Conductas poco acordes con ese cuerpo ya desarrollado.
Los adultos le piden madurez, responsabilidad, que sea un «hombre». Se le exige un comportamiento adulto. Y con esto, solo conseguimos aumentar el nivel de frustración de Juan, que ve que no llega y ante las críticas, no acierta a llevar a cabo lo que le piden.
Y si, miramos el fondo de Juan, y si, potenciamos esas inquietudes y le ayudamos a buscarles respuestas. Y si, ayudamos al niño interior de Juan a encontrar su lugar.
Potenciando sus competencias, le ayudaremos a valorarse, a sentirse capaz, a encontrar su sueño y a hacerse responsable de conseguirlo.
Y, entonces, Juan se centrará, escuchará, se responsabilizará, y podrá crecer emocionalmente sano, seguro y feliz.
Victoria Eugenia García Martínez
Psicóloga y Coach