JULIETA HABLA, YO ESCUCHO

¡He llegado tarde! me dijo hoy, y yo me apresuré a mirar mi reloj, a veces, las sesiones se me alargan, pero con ella me cuido de no retrasarme, sé que le gusta ser puntual, lo vive como un gesto de respeto y no lleva bien que la hagan esperar … aunque nunca me lo ha dicho.

Miré mi reloj, y volví a mirarlo, por si me había equivocado. Pero no, eran las 17.00 en punto. No entendí su comentario, pero hoy estaba como en otra dimensión. Y desde allí, me hablaba sin prestar demasiada atención a mis gestos o interrogantes.

He llegado tarde, volvió a repetir, aumentando mi confusión. Nunca creí que me ocurriría, lo había visto en tantas personas y me había prometido tantas veces, que no permitiría que me ocurriera, que mi sentimiento es más intenso si cabe.

Me había prometido tomar las medidas necesarias para darme cuenta, calcular bien los tiempos de dedicación a las diferentes áreas de mi vida y estar alerta ante los signos y las señales evidentes de que podía pasar. Y, sin embargo, no lo he visto venir, o sí lo he visto, pero no he hecho nada al respecto. Asumo, totalmente, mi parte de responsabilidad. Cuando tienes una cita con la vida, debes prever los posible imprevistos, subidas y bajadas que pueden hacer aparecer las náuseas, en representación de la rutina y la costumbre.

Este ahogo y esta agitación que traigo, son fruto de no haber previsto, los baches, los semáforos en rojo y el tráfico. Y ahora, que había conseguido entenderlo, que llegué a puerto, el barco ya ha zarpado. Y ya no vuelve, llegarán otros donde vivir experiencias nuevas, diferentes, enriquecedoras … pero… hay daño, desilusión, frustración e impotencia. Ya no… esperaba una respuesta, una reacción, una señal, como cuando echas la pastilla efervescente en el agua. Algo, aunque fuera momentáneamente y después perdiera fuerza. Eso me hubiera dado motivos, ilusión y un para qué,… pero no hubo nada, solo silencio y ahogo.

Sí, si lo sé, la teoría la domino.  No debemos hacernos expectativas. Cada cual es dueño de sus actos y las expectativas nos llevan a la frustración.

Yo aún no había hecho ninguna pregunta, ningún reencuadre, nada, sólo escuchaba atentamente, intentando entender.

Mientras, Julieta continuaba con su monólogo. Pero sabes qué, asumiré mis actos, y haré un triunfo de esta situación. No quiero valorar otras opciones en estos momentos. Quizás no era esta la historia con la que soñaba de pequeña cuando me imaginaba de mayor, pero quizás es mi aprendizaje, y me quedo con aquello que me dijiste un día. Estamos viviendo las circunstancias necesarias para crecer. Y ninguna circunstancia es mala o buena, son aprendizajes y depende de nosotros cómo los vivamos, y si los transformamos realmente en aprendizajes o nos convertimos en víctimas.

Además, pienso que, si soy capaz de resolver este laberinto del que ahora mismo me siento incapaz de salir, llegará otra oportunidad en la vida, más pronto que tarde, que dé sentido a este momento de oscuridad.

Pero, ¿Dónde has llegado tarde?, fue la pregunta que no salió de mi boca esta tarde.

Hoy Julieta no hablaba conmigo, hablaba con ella, ¿Quién soy yo para interrumpirla?

“No vamos a buscar a alguien que no desee ser hallado” es la frase a la que llevo dándole vueltas toda la noche. Quizás Julieta buscaba a alguien que no deseaba ser encontrado… o quizás, realmente llegó demasiado tarde, envuelta ya en la nebulosa de la rutina y el desencanto, y lo único que podía hacer era colocarse una prótesis en el corazón y esperar que su cuerpo no la rechazara como un agente extraño.

Publicado por Victoria Eugenia

Victoria Eugenia García Martínez. Psicóloga Sanitaria colegiada AN-04323, Logopeda colegiada 29/1203, Coach Personal CAC de ASESCO 11037 y Formadora.

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