Gracias Fundación Azvi por confiar en mí para este encuentro.
Os dejo el vídeo del Encuentro para madres, padres y educadores.
Victoria Eugenia García Martínez
Psicología y Coaching
Gracias Fundación Azvi por confiar en mí para este encuentro.
Os dejo el vídeo del Encuentro para madres, padres y educadores.
Buenas, os dejo aquí el enlace a la última entrevista que me han realizado desde Ideaspropias Editorial tras mi colaboración en la generación de contenido para una de sus formaciones.
Agradecida y motivada por seguir compartiendo lo recibido.
Espero que os guste.
Hoy caí en la cuenta, pasan cosas, siguen pasando cosas a pesar de ti, a pesar de mí.
Yendo en el coche, hoy, escuchaba la noticia de la muerte de dos periodistas que supongo hacían su trabajo integrado en las rutinas de sus vidas, rutinas diferentes a la tuya, quizás, diferentes a la mía. Escuchaba la noticia algo absorta en mis pensamientos, en mis historias integradas en mi rutina, diferente a la tuya, diferente a las suyas. Y reflexionaba sobre cómo, a veces, pareciera que vivimos en burbujas, con una visión muy parcelada del mundo, de la realidad. Vivimos nuestras realidades, éstas nos asorben y pensamos que eso es la vida.
Hoy tomaba conciencia de cómo pasa el tiempo, de cómo llenamos el tiempo de cosas que hacer, de cosa en que pensar, de cosas… y me sentí.
Me sentí y recordé esa necesidad de vivir desde el global, conectando con todo lo que ocurre alrededor, no hablo de informacion, hablo de conexión, de sentir, de sentirnos, de entender y entendernos, de tomar decisiones desde una postura de apertura y no buscando pequeños objetivos que cubren ciertos deseos momentáneos que nos mantienen desconectados de nosotros mismos.
Y de repente, sentí una fuerza interior dentro de mí que cambió, en ese preciso instante, la manera en la quei iba a afrontar mi siguiente tarea. Entendí que escucho muchas historias a lo largo del día, intento no juzgar, pero no puedo evitar hacer hipótesis, sin embargo, ayer recuperé una lección que aprendí hace algún tiempo, es importante conectar con los demás, ellos nos ayudan a conectar con nosotros mismos.
Victoria Eugenia García Martínez
Psicóloga y Coach
Muchas gracias a los profesionales de ProntoPro por dedicarme un hueco en su espacio para compartir un poquito de mí y de mi trabajo.
Pinchando en este enlace podréis ver la entrevista que me realizaron https://www.prontopro.es/se/sevilla/psicologos#pro-interview
¡Te recomiendo que escuches este audio de iVoox! El Mercado Capital – Conocemos a Alejandro Caraballo (Fisiohogar) y a Victoria Eugenia García (Psicóloga y Coach) https://go.ivoox.com/rf/65956800
Eugenio, mi bisabuelo. Ese gran desconocido, al que nadie nunca reconoció. Llegaste a esta familia un día cualquiera, dejaste tu esencia y desapareciste. ¿Qué fue de tu vida? ¿supiste alguna vez de nuestra existencia? Hoy te reconozco, te acepto y te perdono porque eso me hace sentir mejor.
Manolo, papá, uno de los responsables de que yo esté en este mundo, con mis ángeles y demonios. Con nuestros más y nuestros menos, con nuestras historias de amor y odio, con la comprensión, la aceptación y el perdón mutuo. Ha habido momentos de estar más separados y otros de mucha conexión. Después de todo, nos encontramos ahora en un mar de calma, atracados en el mismo muelle donde tendremos tiempo para terminar de resolver cualquier cosa que quedara pendiente.
Juanma, mi hermano, compañero de aventuras y desventuras, con total confianza en mí. No conozco a nadie que me valore tanto en su vida. Es estupendo sentir que soy el trozo de madera que cogerás una y otra vez si ves que te hundes, con la plena confianza de que, agarrado a él, llegarás a tierra firme. Y aunque el destino puso tierra de por medio, no hay circunstancia adversa que consiga mantenernos separados cuando nos necesitamos. Tanto compartido y tanto por compartir, desde distintos puntos de vista, desde perspectivas, a veces, distantes, pero con todo el respeto y cuidado como si de un jarrón de cristal se tratase nuestra relación. Compartimos una vida, un vínculo, un lazo que no se puede cortar. Somos ramas de un mismo árbol con raíces fuertes y estamos dando frutos de lo vivido, haciendo crecer nuevas ramas cada vez más sanas porque fuimos curando heridas. Nos quedan muchas cosas por compartir, seguimos cada uno un camino independiente, pero con muchas paradas en común. Así que siempre, ante una dificultad ¡grita!, lo mismo haré yo y veremos el modo de encontrarnos.
Dámaso, mi primo, otro de mis hombres. Te recuerdo de pequeña con admiración, todo lo sabías, eras mayor. Ahora, ya desde una posición, más cercana me atrevo a hablarte de tú. Y me gusta escuchar tus historias que son las mías porque también contigo comparto árbol y ramas. Ramas muy fuertes que generaron vínculos eternos.
Hubo varios hombres después, David, ese compromiso familiar a la vieja usanza que no llegó a madurar por diferentes circunstancias. Y otros más que dejasteis en mí diferentes aprendizajes de juventud.
Javi, mi amante, mi amigo, mi confidente, mi compañero de viaje desde tan temprano en mi vida, desde que nos conocimos. No sabíamos, ni nos imaginábamos lo que el destino nos tenía preparado. Y hasta aquí hemos llegado, no como un final, sino como un continuo, de aquí hacia adelante, pasando por diferentes ciclos de la vida, superando todos los baches siempre juntos, no se me ocurre mejor modo. No conozco persona que me conozca y me quiera más, tal y como soy, porque contigo soy sin filtros, para lo bueno y para la malo. No necesito hablar, ya has escuchado; no necesito mirar, ya has visto. Y seguimos adelante, buscando nuevas aventuras, de esas que terminan siendo aprendizajes en nuestra historia.
Y no me olvido de todos vosotros, los que me acompañasteis en mi adolescencia y juventud: José Luis, Justo, Dani, Juan Antonio, Sergios, Manolos, Nachos, Javieres, Cipri, Nito, Félix, Alejandro, Roger, Marcos, Mario, Isaac, Saúl, Fran, Fofi, Gerardo, Miguel, David, Fernandos… Todos dejasteis vuestra huella en mi vida, desde el respeto, la escucha y el cariño. Con muchos de vosotros me encontré de nuevo, con otros continuamos viéndonos y a los demás, gracias por pasar, dejar lo mejor de vosotros y continuar vuestro camino.
En mi vida profesional y mi evolución personal, también he tenido vuestra compañía, Benito, José Antonio, José Luis, José Ramón, Carmelo, Juanma, Aretio, Alarcón, Paco, Álvaros, Chelu, y tantos otros que han compartido parte de mi camino en silencio y que a veces, no he llegado ni a ver. Agradecida porque a vuestro lado, siempre me he sentido valorada, motivada a mejorar, acompañada y libre.
Y al llegar a mi madurez, aparecisteis vosotros, Miguel y Sergio, con vuestra energía, vuestras diferencias, vuestras ganas de vivir, vuestro saber disfrutar… vinisteis para enseñarme todo aquello que me queda por aprender. Con las noches en vela, los desafíos, la ilusión, la diversión, la reflexión… vinisteis para que aprendiera a valorar a todos esos hombres que llegaron antes, para que les diera su sitio, para que resolviera mis conflictos, … y en eso estamos.
Esta es mi carta de reconocimiento y agradecimiento, a todos los hombres que son hombres con sus miedos, su llanto, su inseguridad, sus fallos y también sus éxitos, sus alegrías y su especial forma de ser. Y me queda la responsabilidad con los pequeños, de acompañarlos en su camino, prepararlos para que se valoren y se quieran y no permitan que les quiten su sitio en este mundo y que las ramas de este árbol, que es el de todos, crezcan cada vez más sanas y fuertes.
Gracias a todos por ser, por acompañarme, por estar y por seguir. Gracias a todos, gracias.
Mis padres se separaron cuando yo tenía 11 años. Jamás había visto a mi madre así, tan vulnerable, tan pequeña, tan indefensa.
Sabía que había algo que no iba bien, veía que los adultos me ocultaban información y pregunté e insistí. Me sentía suficientemente mayor para comprender cualquier situación. Lo había intentado, él tenía otros intereses, no quiero entrar en detalles, pero eso estaba arruinando a la familia, emocional y económicamente.
Ella tuvo que tomar una decisión, sus principios y sus valores no le permitían, a pesar del amor que sentía por él, mantener aquella situación, pensaba que no era el ejemplo de padre que necesitábamos.
Cuando me enteré de la historia con todos sus detalles, me arrepentí de haber insistido en que me contaran. Sentí sobre mi cabeza un peso que no podía soportar, era el peso de la responsabilidad, una responsabilidad asumida. Yo conseguiré que él cambie y que ella lo vuelva a aceptar.
Así crecí, con la fantasía de que un día, no muy lejano, mi familia volvería a estar bien, de que un día, mis padres volverían a ser pareja y viviríamos, de nuevo, todos juntos.
A medida que iba entendiendo que mamá y papá, no sólo no estaban juntos, sino que cada vez estaban más alejados, iba apareciendo en mi rostro un gesto huraño, de enfado, y lo volvía a intentar. Y cada nuevo fracaso, mas enfado.
Hoy sé que detrás de ese enfado lo que había era una gran tristeza, en el fondo de esa adolescente de gran carácter, enfadada con el mundo, había una niña que lloraba, que necesitaba a su padre, esa figura de autoridad perdida. Mi madre siempre cubrió la parte emocional, pero era demasiado buena como para ejercer una autoridad con firmeza y sufría cuando yo no entraba a razones y discutía con ella faltándole, en muchas ocasiones, el respeto. Ella, en esos momentos, se hacía más pequeña y se arrepentía de que mi padre no estuviera allí, él sí sabía cómo poner las normas.
El enfado llegó a su punto álgido a los 18 años, ya no podía más, llevaba casi 7 años intentando solucionar el problema de mis padres, y nadie me lo había agradecido. Mis relaciones con los chicos no iban bien, eran relaciones con sentimientos encontrados, dependencia emocional y desconfianza absoluta a la vez, lo que me hacía estar continuamente alerta e irritable, pensando que iban a defraudarme como sentía que él había hecho con mi madre y conmigo.
La relación con mi madre iba de mal en peor, en el fondo, la culpaba a ella por haber tomado la decisión de terminar con la relación y le demostraba ese enfado continuamente, con oposición a sus normas, a su autoridad…
Quería que mi padre viniera con nosotras, quería un imposible, quería que aquello no hubiese ocurrido, quería ser pequeña de nuevo, no saber nada, ser feliz.
Mi vida no podía seguir, me había defraudado a mí misma y a mis padres, no había sido capaz de volver a reunir a mi familia. ¡Qué difícil el mundo de los adultos!
Y ahora, yo iba sin remedio a formar parte de ese mundo, pero en mi interior una niña pequeña lloraba por su infancia robada, enmascarada por una adolescencia que vivía al extremo, con lo que intentaba cubrir el gran vacío que había en mi interior, quizás desconectar de la realidad, no ver, no sentir… Pero esa realidad negada venía siempre a golpear mi puerta para decirme que seguía allí a pesar de mis esfuerzos por evitarla.
El futuro se preveía desalentador, la relación con mi padre no me satisfacía, en la relación con mi madre, pareciera que necesitaba hacerle daño, era mi manera de decirle que yo estaba mal. Y con mi hermana…
Puedo decir que casi odiaba a mi hermana pequeña, ella no había accedido a la información que yo tanto solicité y vivía en su burbuja, la cual yo me encargaba de explotar de vez en cuando, también para que entendiera que yo no estaba bien, que el mundo no era de color rosa como ella sentía… Y después, caía sobre mí la culpa.
Él nunca se había dejado ayudar, y ahora yo estaba haciendo lo mismo, metiéndome en mi coraza de enfado que me permitía defenderme de cualquier otro sentimiento.
Pero ya no más, ya estaba cansada, ella me tendió una mano, y yo que me sentía ahogarme en medio del océano, me agarré y empezamos a caminar juntas.
No sé cómo acabará esta aventura pero hoy sé que da igual lo que hayas vivido, lo que hayas sufrido, hay un momento en el que puedes elegir si dejar de mover los brazos y hundirte, o nadar hacia una nueva orilla.
Esta sí es mi batalla, ahora es mi momento, y lo voy a disfrutar.
Victoria Eugenia
Psicóloga y Coach
Ante la situación de incertidumbre y de imprevisibilidad que vivimos actualmente, tenemos la gran oportunidad de darnos cuenta de que, a penas controlamos nuestra vida, de que las circunstancias mandan y que nuestra situación (socioeconómica, familiar…) cambia de un día para otro.
Sin embargo, como decía Viktor Frankl en su libro El hombre en busca de sentido, «A un hombre le pueden robar todo menos una cosa: la última de las libertades del ser humano, la elección de su propia actitud ante cualquier tipo de circunstancia».
Así que hemos decidido adoptar una actitud proactiva con nuestro taller de REDIRIGE TU BRÚJULA INTERIOR. Se va a realizar el primer módulo, en formato on-line, el próximo jueves, 26 de noviembre, en horario de 19.00 a 20.30.
Las fechas para los siguientes módulos las pondremos entre todos los participantes del primer módulo.
Anímate, la vida nos está ofreciendo la oportunidad de dedicarnos momentos de reflexión y autoconocimiento, ¡Aprovechémoslo!
Te dejo la publi del evento para que la compartas con las personas que más quieres.
Victoria Eugenia
Psicóloga y Coach
En ocasiones, las personas realizamos conductas que van en contra de nuestros valores, de nuestras creencias. Y, en ocasiones, necesitamos toda una vida para perdonarnos. No somos capaces de entender las circunstancias que nos llevaron a realizar dicha acción y entramos en una espiral que nos aleja cada vez más de nuestros seres queridos.
Escribo hoy una carta para ti, tú que piensas que no hay vuelta atrás, tú que piensas que la vida no da oportunidades y que el odio puede pasar por encima del amor.
“¡Qué triste debe ser pensar que nadie te quiere!
¡Qué triste pasar desapercibido!
¡Qué triste no tener un beso, un abrazo, una palabra de amor!
¡Qué triste ver que envejeces sólo!
Sin embargo, a veces, pareciera que eres feliz así, que solo sabes vivir así, serio, que la vida se quedó sin alegrías para ti.
¿Qué es lo que de verdad te hace libre y feliz?
¿Qué es lo que llevas dentro, qué recuerdo tan doloroso no te deja expresarte?
¿Quién te dijo que no podías sonreír?
Hay personas que desean acercarse a ti, abrazarte en esos días que dejas ver un trozo de tu corazón… ¿Qué temes? ¿Por qué sientes tanto horror de mostrarlo? ¿Quién te lo lastimó tanto, que sólo quieres guardarlo, que vives para ocultarlo?
Con esa actitud alejas a la gente que quiere hablar contigo ¿Qué sentimiento llevarás dentro? ¡Qué sensación de vacío a tu lado!
Piensas que el mundo te odia, por aquello que hiciste, pero no es odio, es falta de entendimiento. Hay mucha gente que te ama y tú rechazas todo tipo de ayuda, eso da rabia.
Espero que algún día termines de pagar el alto precio de la condena que tú mismo te pusiste por lo que hiciste aquella vez. Todos te han perdonado, sólo quedas tú AMIGO TRISTE”.
Si te sientes así, y quieres cambiar esa situación:
Piensa en tu pasado y comprende la situación en la que te encontrabas, mírala desde un punto de vista diferente, analiza las opciones que tenías, las herramientas de las que disponías y las decisiones que tomaste. Acepta que fue lo mejor que pudiste hacer dadas las circunstancias y el momento en el que te encontrabas y perdónate, igual que perdonas a tus amigos, a tus hijos, a tu pareja. El perdón libera el alma y disipa el temor.
Y después, piensa en el futuro, comprométete contigo mismo. Cuando somos capaces de comprometernos con nosotros mismos, nos respetamos. No faltes a tu palabra, proponte un objetivo y llévalo a cabo. Toma una actitud asertiva, empieza a respetarte igual que respetas a los demás, marca tus límites y no pises los de las personas que tienes cerca. Siéntete merecedor de todo lo bueno que tiene este mundo y disfrútalo junto a tus seres queridos. Y, por último, lleva la proactividad a todos los ámbitos de tu vida, no te hagas víctima de las situaciones y actúa con responsabilidad, sin esperar que otros vengan a solucionar las dificultades, todos podemos hacer algo para cambiar una situación que nos incomoda.
No lo olvides, y sé feliz.
Victoria Eugenia García Martínez
Psicóloga y Coach
Llegó a la consulta algo cabizbaja, me contó cosas sobre su infancia, su juventud y su adultez. Se encontraba en ese momento en que no eres joven pero tampoco anciano, ese momento en que te acercas a la mitad de tu vida y te preguntas si vas por buen camino y si aún estás a tiempo de empezar de nuevo tomando un sendero diferente.
Su espíritu relucía inquieto, ilusionado, inspirador, pero parecía atrapado en un cuerpo con muchas heridas y remiendos que lo encorsetaban. Le pregunté en qué podía yo ayudarla y me dijo así:
«Durante años, busqué satisfacer una necesidad impetuosa de reconocimiento, creía que necesitaba el cariño y el afecto de todos los que estuvieran a mi alrededor porque de otro modo estaría perdida. Esto me hizo actuar de acuerdo con lo que se esperaba de mí. Perdí muchas oportunidades por no romper con el papel que yo misma me había asignado, un papel rígido y aburrido pero correcto y aceptado.
Cuando, en ocasiones, recibía ese reconocimiento tan ansiado, hacía parecer que no lo necesitaba para no sentirme vulnerable y seguir pareciendo esa persona tranquila, controlada y segura.
Ese papel, que representé durante demasiado tiempo, me ha llevado a un lugar en el que no pretendía estar. Esas ansias de resaltar, me hicieron tomar decisiones, a veces, tarde, y otras veces, apresuradamente. Y, ahora que me doy cuenta de que nunca me hizo falta esforzarme en resaltar, que tenía suficientes cualidades al natural, que no hubiera hecho falta crear un papel, ahora me doy cuenta de que no alcancé aún lo que mi niña interior se propuso, que aún no conseguí su sueño y por eso continúa triste.
Hoy me doy cuenta que tengo que empezar de nuevo con las marcas del tiempo en mi vida y en mi alma.
¡Qué sencillo hubiera sido entender todo esto desde el principio! Entenderlo ahora me hace sufrir, pero también hace que sea capaz de reírme de mí misma, de mis errores, de mis pensamientos y relativizar ciertas creencias.
El reto ahora es empezar aquí, en este punto, romper con ese papel, desmontar ese personaje sin miedo al qué dirán, sin miedo al qué diré. ¡Qué fácil sería empezar de cero en otro lugar, con otro público!, pero no sería un reto.
Y… no sé cómo empezar… Eso es en lo que necesito que me ayudes».
Victoria Eugenia García Martínez
Psicóloga y Coach